viernes, 19 de octubre de 2012

OPINIÓN Vanidad vs. realidades

¿Con base en qué sabemos si tenemos buenos o malos gobernantes? ?Por el monto del gasto en educación? ¿Por los kilómetros de carretera andados sin ser secuestrados? ¿Por el mayor o menor cubrimiento mediático de nuestras iniciativas? ¿O acaso por el número de fotos en las revistas de farándula que leemos en los consultorios? Sin duda todo ayuda, en especial ciertas fotos para algunos de nuestros más afamados egos locales.
Pero, en verdad nos hemos preguntado, ¿con base en qué sabemos si tenemos buenos o malos presidentes, ministros, gobernadores y alcaldes? Si bien contra la vanidad en el ejercito del poder la batalla está perdida, la que no podemos permitirnos perder es la de seguir evaluando las virtudes de nuestros gobernantes solo por la cantidad de pavimento fundido, el aumento de la inversión o por los niveles de cumplimiento del plan de desarrollo.

Estos indicadores que tanto emocionan a los técnicos imberbes del Departamento Nacional de Planeación (DNP) son útiles, pero aceptemos que en cualquier región diferente a África Central esas habrían de ser las mínimas condiciones de gestión y buen gobierno.

Lo que diferencia a un gobernante efectivo de un simple líder mediático es la posibilidad de determinar relaciones causales directas entre las políticas y proyectos implementados versus los impactos comprobados en materia de calidad de vida y bienestar.

Estos indicadores de impacto informan con certeza al ciudadano de qué manera la gestión de su gobernante le ha mejorado o empeorado la vida, lo ha hecho más o menos pobre, si lo aprendido es las escuelas ha servido para algo, o si es más o menos feliz.

Todo está inventando. Lo que se impone a nivel internacional es gestionar el esta con un marco estratégico integral orientado al logro de impactos de largo plazo, los cuales se evalúan durante la vida de los proyectos y al final de los mismos aplicando modelos econométricos que determinan la casualidad directa entre las acciones del gobierno y los resultados de largo plazo.

Lo demás es solo vanidad y propaganda.

* ramsesv29@post.harvard.edu

Fuente: El Tiempo

jueves, 18 de octubre de 2012

Movilidad social

El tipo es como raro, luce distinto a al resto de la gente en el país. Tiene nombres y apellidos extraños, propios de inmigrantes. Aunque se llenó de títulos de universidades de élite  nadie se hubiera imaginado que hubiera podido escalar con éxito la escalera del poder en un país repleto de castas políticas y chequeras abultadas, sin embargo, lo logró y hoy es el Presidente numero 44 de los Estados Unidos de América, Barack Obama. Mucho va de chicago a Quinta Paredes, y no es lo mismo Harvard que la Nacional, pero es indudable que la lección que dio a la humanidad la democracia presidencialista más reconocida del mundo, bien podría estar Ad Portas de replicarse en nuestro país con el fenómeno Mockus. Tal como nadie se imaginaba que un afroamericano pobre, hijo de Nigeriano podría ser Presidente del país de los Kennedy, los Bush y los Vanderbilt, seguramente ninguno de los agentes de aduana de apellidos sonoros de Cartagena que recibió los barcos repletos de inmigrantes lituanos que llegaron a mediados de siglo, se imaginaria que uno de esos "monitos pobres" que llegaban estaría en el 2010 a un paso de ser presidente de Colombia.

Más allá del resultado final de nuestro proceso electoral, el hecho político en si mismo ya se cumplió  y es el mensaje que se envía a nuestros pueblos y en especial a los incrédulos del sistema democrático, de que sí existen espacios reales de participación y que si bien las estadisticas de equidad nos hacen una de las naciones con mayor desigualdad, cualquier sociedad por excluyente que parezca, siempre sucumbirá ante la fuerza de la inteligencia y la tenacidad.
La evidencia empírica en el mundo indica que en aquellas naciones en las que se da el denominado "Middle-Class Consensus", es decir, países en los cuales la clase media representa el grupo con mayor representatividad en la sociedad, son los que presentan los mejores logros en educación, salud, infraestructura, mayor gobernabilidad y menor inestabilidad política.
Fuente Ramses Vargas Lamadrid

martes, 16 de octubre de 2012

MICHAEL PORTER on Strategic Innovation – Creating Tomorrow’s Advantages

An Innovation Excellence Classic: From an interview with Rowan Gibson
AS WE ENTER the twenty-first century, there is a pressing need for clear strategies. Because unless companies have a clear vision about how they are going to be distinctly different group of customers, they are going to get eaten alive by the intensity of competition. 
There was a time when markets were forgiving when there weren't that many rivals and companies could drift along with 'me-too' strategies. But now 'me-too' strategies are punished quickly and mercilessly. So the stakes of having a clear strategy are higher.

There Principles of Competitive Strategy
The first principle is that if everybody is competing on the same set of variables, then the standard gets higher but no company gets ahead. And getting ahead-then staying ahead-is the basis of strategy: creating a competitive advantage. Strategy is about setting yourself apart from the competition. It's not just a matter of being better at what you do-it's a matter of being of being different at what you do.
Increasingly, the companies that will be the true leaders will be those that don't just optimize within an industry, but that actually reshape and redefine their industry. The important thing is to try to shape the nature of competition, to take control over your own destiny.
The second principle is that a good strategy makes the company different. It gives the company a unique position. And a unique position involves the delivery of a particular mix of value ti some array of custimers which represents a subset of the industry. The fundamental truth in strategy is that a it. Strategy requires choices. You have to decide what particular kind of value you want to deliver to whom.
Third, it's not good enough just to be different. You've got to be different in ways that involve trade-offs with other ways of being different. In other words, if you want to serve a particular target customer group with a particular definition of value, this must be inconsistent with delivering other types of value to other customers. If not, the position is easy to imitate or replicate. So there must be trade-offs between what your competitors do and what your company does. If there are no trade-offs then everything can be easily and cheaply imitated. And that leads, of course, to a mutually destructive battle. Companies end up competing for the same set customers using the same set of infucements. This is usually a loser's game.